Los residentes que siguen en Mariúpol relatan cómo intentan sobrevivir y esperan ayuda
“Sobrevivimos tiempos terribles. Los niños lloraban y gritaban. Nos escondíamos en los sótanos, en los pasillos. Tampoco hay nada para comer”, relató una mujer.
Cuesta de imaginar la magnitud de los combates que se registran en la zona. Las viviendas no solo terminan en llamas, sino que sus estructuras incluso se destruyen por completo. “Soy constructor y estudiaba como ingeniero. Nosotros defendíamos estos edificios después de liberarlos”, comentó un lugareño.
Los numerosos vehículos estacionados en las calles revelan los daños que sufrieron por el fuego, al mismo tiempo que en el asfalto aún quedan restos de las municiones y se evidencian la caída de los misiles. Sin embargo, hay personas que no pretenden salir de aquí. “¿Para qué evacuar? Hay que reconstruir la ciudad. Alguien debe reconstruirla. Si todos se van, ¿qué pasará?”, se preguntaba un residente.
Los ataques también destruyeron un jardín de infancia y los niños, que antes iban ahí cada día, ahora se esconden en los sótanos. Familias enteras han permanecido bajo tierra durante semanas, durmiendo en los colchones que reposan en el suelo e intentando combatir el frío con mantas y fuego. El humo de las pequeñas llamas no encuentra ninguna pequeña grieta de escape, dificultando así la respiración de los que allí se refugian. Aun así, permanecer en el subterráneo termina siendo mejor que estar en la superficie, debido a los intensos combates.
“Quemaron totalmente nuestro apartamento”, afirmó una mujer entre lágrimas. “Tenía cuatro habitaciones y todo quedó reducido a cenizas. Dicen que llegó un transporte blindado y simplemente lo arrasó”, precisó.
Las calles del vecindario todavía albergan numerosos cadáveres, víctimas de los ataques. Pero los residentes ya improvisaron un cementerio para enterrar a sus parientes asesinados, a sus seres queridos, que fallecieron en medio del infierno que vivían durante esas jornadas.
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