Los cinco errores que precipitaron la caída de Pedro Castillo en Perú (y el vacío político por llenar)
08.12.2022
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Pedro Castillo habla desde el Hotel Intercontinental, Los Ángeles, EE. UU. 8 de junio de 2022Ted Soqui/Sipa USA / Legion-Media
Esto lo vinculó con la izquierda extrema y le ubicó en un terreno político inestable: le había declarado la guerra al establecimiento. De allí en adelante, ninguno de sus jugadas de repliegue táctico, como cambiar gabinetes, salirse de su partido y negociar con el centro político, le permitieron escaparse de ser la diana a la que todos quisieron disparar durante el año y cuatro meses que permaneció como mandatario.
Con su primer gabinete, Castillo no jugó al ajedrez sino que quiso avanzar mucho más rápido de lo que le permitían las condiciones existentes.
2. Se replegó sin piso firme
Cuando Castillo cedió, azotado por la mediática, lo hizo de manera desesperada. Renunció a su partido quedándose sin apoyo político alguno y, con ello, sin capacidad para jugar otras fichas como la movilización popular.
Castillo no estaba acumulando fuerzas ni preparándose a un escenario de mayor confrontación que todos sabíamos que llegaría, tarde o temprano.
Apenas lograba bocanadas de oxígeno en la medida en que cedía terreno y aunque los intentos de ‘impeachment’ fracasaban en el Congreso, la derecha iba fortaleciéndose cada vez más, sin ningún tipo de equilibrio de fuerzas.
Quizá el principal error de Castillo fue que en medio de los ataques que sufría, no convocó a los sectores sociales que le respaldaban.
El hasta ayer presidente tiene una historia política de lucha y relaciones con movimientos sociales, con cierto poder de movilización y ascendencia sobre el mundo rural y laboral, que se veía atraído por su propuesta.
Quizá el principal error de Castillo fue, en medio de los ataques que sufría, no convocar a los sectores sociales que le respaldaban.
Pero Castillo, quizá para no aumentar la conflictividad, no jugó ninguna de estas fichas. No convocó a la defensa del gobierno. Ronderos, maestros, sindicatos y magisterio, antiguos compañeros de lucha, no se vieron llamados para una lucha política. Trató de resolver la diatriba negociando dentro de las instituciones liberales que terminarían consumiéndolo.
4. Se bajó del caballo y se quitó el sombrero
Ante la arremetida que sufría, Castillo cambió de imagen. Quizás algún asesor le propuso que se potabilizara a los limeños y entonces abandonó su propuesta simbólica y estética: se quitó el sombrero, que siempre le acompañó durante la campaña y los primeros meses en el gobierno, y que representaba una vinculación efectista con el campesinado y los sectores rurales.
Con un repertorio discursivo cada vez más a la defensiva, Castillo se apeó del caballo (el otro símbolo de su campaña), pero sin poseer otro vehículo para comunicarse con el pueblo que le había elegido en 2021 en contra de quienes hoy, victoriosos, le han derrocado.
Así Castillo quedó “a pie” en contra de las élites peruanas que con sed de venganza, solo por haberles ganado electoralmente, venían a cobrárselas de manera humillante.