Partidarios de Assange piden al Gobierno australiano que informe al público sobre las tratativas con EE.UU.
La razón por la que el caso está siendo investigado en España se debe a que la empresa involucrada, UCE Global SL, es española —su sede se encuentra en el Sur de España (Jerez de la Frontera, Cádiz)—. Además, se encuentra dirigida por el exmilitar español David Morales. Tal y como reveló El País, esta empresa española grabó durante meses las conversaciones privadas de Assange con sus abogados, médicos, visitantes, congresistas, periodistas y otras personalidades. Tras ello, David Morales fue detenido, aunque en la actualidad se encuentra en libertad condicional acusado de delitos contra la intimidad y el secreto de las comunicaciones entre un abogado y su cliente, apropiación indebida, cohecho y blanqueo de capitales. Pero ¿será condenado?
Pedraz se ha tomado el asunto en serio, muy en serio, ya que no solo ha detallado que entre los espiados se encontraban el congresista republicano Dana Rohrabacher, el expresidente ecuatoriano Rafael Correa e, incluso, el exjefe de los servicios de inteligencia de este país, Rommy Vallejo, sino que ha solicitado las declaraciones, mediante comisión rogatoria, del exdirector de la CIA y ex secretario de Estado, Mike Pompeo, y el exjefe de contrainteligencia norteamericano, William Evanina. Sin embargo, todo apunta a que tendrá serias dificultades para continuar adelante: el escándalo fue conocido hace tres años, en el año 2019; los avances parecen, a pesar de la voluntad del juez, escasos; y los medios de comunicación españoles informan del caso como si de un anuncio de venta de artículos de segunda mano se tratase.
“La detención y ejecución social de Assange es la prueba más evidente que existe sobre la inexistencia del derecho a estar informados y la libertad de expresión en Occidente. Porque en las democracias occidentales se puede hablar de todo… menos de las democracias occidentales”.
Poco importa que existan serios indicios judiciales, ya que el exjuez José de la Mata, anterior titular del Juzgado número 5 de la Audiencia Nacional, ya intentó sin éxito conseguir la colaboración norteamericana. La Fiscalía Federal norteamericana solicitó conocer las fuentes del caso y más información para permitir el acceso a la información solicitada —direcciones IP desde las que se accedió a los servidores de UC Global SL en los que se almacenaba toda la información del espionaje a Julian Assange—. ¿Para qué quieren conocer las fuentes? No sé, pero ofrecer las fuentes de una denuncia a un país que ejecuta en cualquier parte del planeta sin ningún tipo de juicio a quien considera culpable y que plantea el secuestro de ciudadanos con una normalidad que causa escalofríos no parece muy recomendable.
Manifestaciones en México
Mientras, activistas de ‘#24F Coalición Vida y Libertad’ pidieron la liberación de Julian Assange al responsable de la Oficina para los Derechos Humanos de la ONU, Volker Türk, y se manifestaron frente a las embajadas de Estados Unidos y Reino Unido en Ciudad de México. Edith Cabrera pidió “respeto a los derechos humanos, a la libertad de expresión y la reivindicación del nombre de Assange, que ha sido muy difamado” porque la detención de Assange, que lleva cuatro años en prisión, atenta contra el “derecho a estar informados y a la libertad de expresión”.
Por desgracia, se equivocan y mucho: la detención de Julian Assange, su ejecución social, no atenta contra el derecho a estar informados y la libertad de expresión de todos, porque para que una acción atente contra un derecho, este tiene que existir. La detención y ejecución social de Julian Assange es la prueba más evidente que existe sobre la inexistencia del derecho a estar informados y la libertad de expresión en Occidente. Porque en las democracias occidentales se puede hablar de todo… menos de las democracias occidentales. De lo contrario, el caso de Julian Assange no sería una pequeña necrológica publicada cada cierto tiempo en los espacios más marginales de los diarios, sino portada de diarios, radios y televisiones.
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