Uno de los principales argumentos de los huelguistas para justificar su convocatoria es el aumento desproporcionado de las ganancias de las compañías petroleras y sus altos cargos durante la crisis energética, por lo que piden aplicarles un impuesto especial.
En medio de esta situación caótica, la manifestación del pasado domingo, previa a la huelga, logró el cometido de la izquierda de retomar las calles, así como demostrar poder de movilización y unidad en torno al liderazgo de Jean-Luc Mélenchon, quien la consideró “exitosa”.
Se preparaba así el terreno para una huelga que los organizadores calificaron de “generalizada” para no darle el valor terminante que confiere el significante “huelga general”.
Huelga “generalizada”
El martes tuvo lugar la huelga convocada por sindicatos y movimientos de izquierda, como Francia Insumisa. Es la primera de su tipo en este nuevo ciclo de protestas. La acción, cuya demanda principal se centra en el aumento de salarios, se cumplió en varios sectores neurálgicos como el petrolero, el transportista y el nuclear, entre otros, y demostró que la articulación entre diversos segmentos sociales puede ir más allá que las marchas y las protestas al estilo “chalecos amarillos”, movimiento que colapsó el país hace cuatro años y que irrumpió en la escena también en otoño.
El plus, la diferencia con aquel momento, si se quiere, es que las izquierdas se han unido políticamente y lograron en las recientes legislativas romperle la mayoría a Macron, lo que avecina un pleito próximo para la aprobación del presupuesto nacional.
La diferencia, si se quiere, es que ahora las izquierdas se han unido políticamente y lograron en las recientes legislativas romperle la mayoría a Macron, lo que avecina un pleito próximo para la aprobación del presupuesto nacional.
Aunque el presidente tiene apenas medio año de haber ganado de manera amplia en las presidenciales, la situación social se agrava rápidamente y la izquierda demuestra estar preparada para recoger el repudio ciudadano, ante las nocivas circunstancias que apremian a amplios sectores de la población.
Claro, para cobrar, la izquierda deberá tener paciencia y establecer estrategias a largo plazo, mientras está obligada a retomar los bastiones históricos que la extrema derecha le ha robado.
Muy probablemente el conflicto crecerá en medio de una Europa desestabilizada.
La situación en Europa
Esta respuesta francesa a la crisis aúpa el “populismo de izquierdas”, liderado por Mélenchon, que abre las posibilidades de salida a la crisis desde una perspectiva contraria a lo que sucedió recientemente en Italia, con el triunfo de Meloni y también, como podría esperarse, en la propia Francia, debido al avance de la también derechista extrema Marine Le Pen, quien en las presidenciales logró llegar a la segunda vuelta y que ha territorializado espacios populares que eran tradicionalmente de izquierda.
El auge de las movilizaciones de izquierda contra el liberalismo de Macron es también una contención contra el crecimiento de la derecha radical.
Tanto el resultado electoral en Italia como las movilizaciones en Francia dan cuenta de que Europa está buscando salidas a la crisis que no pasan por la racionalidad liberal que el establecimiento está dispuesto a permitir, y que, si las condiciones se mantienen, permitirán el surgimiento de fórmulas populistas, extremistas o alternativas.
El auge de las movilizaciones de izquierda contra el liberalismo de Macron es también una contención contra el crecimiento de la derecha radical.
En todo caso, la renuncia de Liz Truss en Reino Unido hace ver al continente todo que las salidas de radicalización del liberalismo no van a conducir a una mayor estabilidad, por lo que los populismos, de izquierda y derecha, pueden estarse abriendo paso, lo que sería un dolor de cabeza para el ‘statu quo’.
Estas movilizaciones y paros convocados por la izquierda más radical, en medio de la explosiva situación, pueden engendrar un otoño caliente que traiga réplicas en otras partes de Europa.
La crisis en torno al combustible ha llevado al ministro de Economía francés, Bruno Le Maire, a criticar abiertamente a EE.UU. por el precio en que ese país vende el gas natural, una incomodidad que comienza a manifestarse a varios niveles y no solo en los huelguistas.
“No podemos aceptar que nuestro socio estadounidense venda el GNL (gas natural licuado) cuatro veces más caro que el precio al que se lo vende a sus industrias”, reclamaba Le Maire hace algunos días.