Opinión

Perú, el golpe patronal

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La historia de su gobierno es una seguidilla de intentos de tratar de defenderse de los ataques cada vez más agresivos de su adversario político, perdiendo cada vez más la capacidad para controlar la situación. Las organizaciones y los movimientos sociales e indígenas del Perú, que debían llegar a ser la base principal, que es el apoyo del gobierno y la fuerza de presión para seguir con las reformas prometidas, tampoco pudieron cumplir con este rol. La responsabilidad de esto no solo es de Pedro Castillo, sino también de las viejas y sectarias tendencias de la izquierda, tan acostumbrada a ser la oposición y tan poco capaz de unirse y apoyar una agenda propositiva.

Tal vez le habría sido más conveniente a la derecha peruana esperar con tranquilidad el término legal de este gobierno, que no estaba en condiciones de amenazar a los intereses de ninguno de los poderosos. Pero parece que la avaricia e inmediatismo patronal, multiplicados por el odio racista y clasista, no dejan espacio para lo racional.

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El momento elegido para el golpe de Estado en Perú era casi ideal: el mundo preocupado por el conflicto armado en el corazón de Europa más la recta final de la Copa Mundial de fútbol, que poco o nada dejan espacio a otro tipo de noticias. Y no sé si alguien se dio cuenta que las democracias están inmunes a los golpes de Estado en estos países. Ya no generan ni escándalos ni rupturas de relaciones sino todo lo contrario. 

¿Cuáles serían algunas de las lecciones que nos dejan los dramáticos acontecimientos en el Perú? Una vez más, somos testigos de que simplemente ganar una elección presidencial no garantiza absolutamente nada, ya que el real poder político ahora no está en uno u otro cargo del Estado.

La lucha por llegar al poder no tiene sentido sin unos altos niveles de organización y de conciencia ciudadana y tiene muy poco chance si no contempla un claro proyecto político, donde se prevean las predecibles reacciones de los adversarios internos y externos

Este proyecto debe tener altos grados de legitimidad en la población para poder tener suficientes recursos para su defensa frente a las inevitables y peligrosas amenazas y ataques mediáticos. Creo que es lógico pensar que el resultado de estas luchas lo definirá la participación y los niveles de conciencia de la gente común. ¿Qué puede hacer la gente común y corriente para esto? Educarse, organizarse y soñar.

Las declaraciones y opiniones expresadas en este artículo son de exclusiva responsabilidad de su autor y no representan necesariamente el punto de vista de RT.

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